3 de junio
Tengo que confesar que desde que mi hermano comentó que yo era adoptado me quedé un tanto intranquilo. Por eso ayer, aprovechando que estaba sólo en la casa, comencé a revolver el armario del cuarto de mis padres para ver si allí encontraba alguna pista sobre mi nacimiento. Abrí cajones y cajas y desparramé sus contenidos íntegros sobre la cama. Me encontré con bolsitas de lavanda y de naftalina, con viejos gorros de lana y corbatas de moño, con broches de perlas despegadas y relojes pulsera fuera de uso, con algunos banderines de equipos de fútbol y con un abanico de nácar que había sido de mi abuela. Finalmente, detrás de unas mantas de viaje, encontré un álbum de fotografías. Ansioso, recorrí sus páginas. Pude ver imágenes de mis padres en su luna de miel en Copacabana; el primer cumpleaños de mi hermano mayor quien, encaramado a los brazos de mi padre miraba, sin comprender qué era lo que tenía que hacer, la torta de una sola vela que tenía delante; a mi hermanita, que lloraba a mares montada en su primera bicicleta; al mago de galera que animó el cumpleaños de 10 de mi hermano y que, cuando terminó la fiesta, descubrimos que se había robado, entre muchas otras cosas, el candelabro de plata que había en la sala y la cigarrera de mi abuelo. Sin embargo, por más que busqué y busqué, no logré hallar ni una sola imagen en la que yo estuviera fotografiado... |