14 de junio
7.30 am: la hora en la que todos los encargados de los edificios de mi cuadra, como precisos mecanismos de relojería, sacan sus baldes y comienzan a inundar el universo. Esta mañana, sin embargo, un desafortunado percance altera el monótono y húmedo ritual... 7.35 am: la vecina del segundo piso sale del edificio con el propósito de pasear a su perro pequinés, al cual ha vestido con un saquito escocés rojo y amarillo. 7.35 am: el encargado de mi edificio descarga sobre la vereda con fervor, como todos los santos días, su balde de agua jabonosa. 7.35.2' am: el perro pequinés de la vecina recibe en su lomo un baldazo congelado que empapa su saquito escocés. Automáticamente, clava sus rencorosos y afilados incisivos en el antebrazo del encargado. 13.15 pm: el encargado pasa por el pasillo repartiendo la correspondencia con una sola mano. Lleva la otra envuelta en una esponjosa gasa y la sostiene en el aire como si se tratase de un frondoso copo de azúcar, de esos que tienen jalea de frutilla salpicada. |