8 de agosto
Acababa de comprar un jarabe para la tos para su abuela quien, desde hacía ya varios días, padecía una fuerte bronquitis y se la pasaba escupiendo sangre. La señora Vargas le había expedido una pequeña botella dentro de la cual había un espeso y traslúcido líquido verde. Emilia estaba entretenida observando, a contraluz de la vidriera, cómo un denso glóbulo de aire verde se desplazaba en el interior del jarabe cuando ella inclinaba la botella hacia los lados. "Igual que en la lámpara de lava de mi tía Amapola", pensó pero sus pensamientos se interrumpieron cuando Burbuja ingresó al local. Se resguardaba de la luz usando sus manos a manera de pantallas y reclamaba con histérica urgencia alguna clase de colirio. Aun detrás de los gruesos anteojos oscuros del joven, Emilia pudo ver sus ojos desorbitados al borde de la incandescencia. Sin embargo, la compra de Burbuja no pudo concretarse porque justo en ese momento, la dueña de la tienda de abarrotes entró como un tornado en la farmacia gritando que la maestra de cuarto grado había desaparecido. |