2 de julio
Camino al kiosko, me detengo a observar la vidriera de la veterinaria que está en la esquina. Allí puedo ver tres Bull Terriers dormidos, un Mastín Napolitano que juega con un hueso de goma, cuatro hamsters, dos lagartijas, una tarántula y varias docenas de peces de colores. Además, veo una jaula en donde han colocado una cacatúa verde y naranja. ¡La verdad es que es igualita a la cacatúa que se le perdió a la vecina del segundo piso! Incluso podría jurar que es la misma. Me pregunto si el pobre bicho estará mejor aquí expuesto, espécimen extraño entre los especimenes extraños, que en la triste sala de estar de la vieja del segundo, entre inexorables campanadas de un reloj de pie decimonónico y tejidos al crochet, entre aguas de colonia y flores de plástico. A pesar del grueso vidrio que nos separa y del caos del ruido de la calle, aún así puedo escuchar sus inconfundibles chillidos estereofónicos. Que curioso. Parece como si quisiera decirme algo... |