24 de mayo
Hace ya seis años que nos mudamos a este departamento. Antes, vivíamos en otro que tenía vista hacia el Parque Lezama. Cuando eramos pequeños mis hermanos y yo, vivíamos en una gran casa con jardín. Muchas veces encontrábamos entre las plantas sapos o caracoles. A veces los encontrábamos en la sala o, incluso, entre las sábanas de nuestras camas. Mi hermana gritaba como loca hasta que alguien los sacaba de su campo visual. Mi hermano optaba por aplastarlos con lo que tuviera a mano. Yo, en cambio, los alimentaba y les ponía nombres a cada uno de ellos. Claro que era verdaderamente difícil para mí diferenciar entre un sapo y otro; entre un caracol y otro. Así que terminaba por confundir sus nombres. Como al final eran tantos, tampoco podía recordar cuáles eran los nombres de los sapos y cuáles los de los caracoles, así que llamaba indistintamente a unos y otros. Pero esto no evidenciaba una especial falta de atención hacia estas especies. De hecho, con mis compañeritos de escuela, por ejemplo, me pasaba exactamente lo mismo. |