17 de mayo
Creo que empecé a fumar cuando mi abuela se enfermó. La pobre se fue quedando de a poco sin glóbulos rojos y pasó el último mes de su vida en un sanatorio. Yo la visitaba casi a diario. Me acuerdo que su habitación era toda blanca y olía a desinfectante. Ella estaba tapada hasta los hombros con un cubrecama blanco y parecía ella misma una muñeca blanca, apenas más rosada que el cubrecama, con el pelo blanco y la piel blanca. La ventana de la habitación daba a una calle lateral, bastante tranquila, por la que a penas si transitaban coches. Me acuerdo que yo pasaba las tediosas horas imaginando el color que tendría el siguiente coche en atravesar la calle: rojo, azul, gris, plateado... Cada día, anotaba el total de mis aciertos en la pared, junto a la cabecera de mi abuela. Un día llegué a 16 aciertos. Luego estuve tres días seguidos en que no acerté ni siquiera uno. Creo que fue entonces cuando empecé a fumar. Y eso que fumar no es fácil para los chicos burbuja. Llega un momento en que todo está tan lleno de humo que prácticamente nos asfixiamos. |