LA LEY DE LO INFORME
“Este medio sin fisonomía propia absorbe y comunica su sustancia
agreste al individuo. Lo que cae en la marsupia extendida
de la llanura se nutre de los jugos anodinos de lo Informe.”
Ezequiel Martínez Estrada. (1)
Laurenzi, comisario retirado, relata en este cuento un caso que le
tocó resolver, estando aun de servicio, destinado a
un pueblo situado a 80 km de la capital de Santiago
del Estero. En este pueblo, todo se define por la negativa
y la carencia: sin habitantes, sin agua, sin vegetación.
El pueblo de “Simbiosis” es un verdadero pueblo fantasma
en donde prevalece la falta de fisonomía, la no vida
y lo informe.
Un día, sin embargo, un acontecimiento rompe la monotonía del lugar
y, al igual que un incendio en el campo, "saca
de su guarida a toda clase de bestias feroces".
"Simbiosis" trata sobre márgenes geográficos y sociales,
sobre los márgenes entre la razón y de lo sobrenatural,
entre lo humano e inhumano, entre sentido y sinsentido,
sobre los márgenes de la ley. El comisario Laurenzi,
"hombre de la ciudad, de la civilización",
representante de la Ley y el orden, viaja hacia este
pueblo perdido, hacia este margen, para imponer la visión
"occidental" de las cosas.
CUERPOS EN PEDAZOS
"Los monstruos han definido siempre los límites de la comunidad
en las imaginaciones occidentales."
Donna
Haraway (2)
En el cuento se mencionan tres modelos narrativos: el de Lucio V.
Mansilla, el de Esteban Echeverría y el de Mary Shelley.
Los dos primeros evocan “un desierto inconmensurable
y abierto”. El tercero remite al cuerpo en pedazos.
Los cuerpos en pedazos, en “Simbiosis”, son incompletos
y se recortan frente al no lugar del paisaje. Cuando
no se recortan, se funden con él, se mimetizan.
En los alrededores del pueblo existen una serie de obrajes con pobladores
de sangre india que rara vez aparecen por el pueblo,
a excepción de los domingos. Extrañado Laurenzi al ver
que terminaba un domingo sin la animación habitual en
la zona, se dirige hacia las afueras. Allí ve por primera
vez al iluminado y a su público:
“Por todos los caminos y picadas iba llegando gente a ver al iluminado.
Gente enferma: tullidos, lisiados, ciegos, hombres y
mujeres cubiertos de llagas y pústulas. Gente pobre,
harapienta, con una caterva de perros de igual condición.”
En La arqueología del saber, Michel Foucault se pregunta acerca
de las formas de conceptualización y de los códigos
a partir de los cuales determinados aspectos reciben
el estatuto de enfermedad, anomalía, o delincuencia
y señala la manera en que cada sociedad produce sus
propios márgenes y sus propias "monstruosidades".
En los márgenes de la civilización, tenemos las marcas que marginan,
separan, excluyen a estos cuerpos del otro racial, del
otro cultural, del otro que se presenta como amorfo
y peligroso. La marginalidad se lee en el cuerpo de
esta multitud "harapienta" e incompleta, marcada
por la carencia de la enfermedad, la pobreza y el hambre.
Esta multitud tendrá una presencia inquietante y amenazadora.
LA APARICIÓN DEL SANTO
“La inacabable monotonía de la montaña árida prometía, como el desierto
de los ascetas, la aparición de santos o de ciudades
maravillosas(...) Todavía el dragón es el animal de
la llanura donde pastó el milodonte. El recién venido
no encontraba en ninguna parte indicios que le ayudaran
a concebir el mundo como un sistema racional y continuo.”
Charles Darwin (3)
Esa misma noche, sin embargo, el manosanta es asesinado: "En
esas doce horas pasaron cosas raras. La muerte de ese
pobre diablo y el nacimiento del monstruo", dice
Laurenzi.
Todo asesinato rompe un orden social que la autoridad se encarga
de restaurar mediante la resolución del eventual misterio
y de la captura del criminal. Pero el orden, en este
caso, antes de haber sido roto por el asesinato, ha
sido roto, en primer lugar, por la presencia misma del
iluminado.
El iluminado convocaba a las personas con su voz hipnótica, tenía
con ellas una relación telepática, les prometía milagros,
imaginarias riquezas, fecundidades imposibles, “les
prometía un ancho y difuso milagro que lamería todas
esas cabezas vencidas, esos miembros llagados.”
El comisario, percibe de inmediato el fuerte poder que el santón
despliega sobre las personas. Su reacción natural es
intervenir, so pretexto de que "se van a apestar
todos con el amontonamiento".
El miedo a que “se apesten” era, para él, una metáfora de su miedo
a que se descontrolen. Percibe que allí se estaba cruzando
un límite que puede muy bien devenir rebelión, caos.
Tiene miedo al descontrol y a la locura, a los fenómenos
de histeria que potencialmente laten en esa masa de
gente.
Laurenzi se da cuenta de que el iluminado ha prendido en toda esa
"caterva de marginales" una llama de esperanza
que puede muy bien convertirse en un incendio “como
los incendios del campo, donde las llamas sacan de sus
guaridas toda clase de bestias feroces."
SANAR-ENFERMAR
Nos encontramos frente a la siguiente paradoja: mientras que el iluminado
reúne a la gente mediante promesas de sanación, el comisario
Laurenzi tiene miedo de que, así amontonados, se apesten
todos.
“No me alborote a esta gente. Se van a apestar todos con tanto amontonamiento”,
dice Laurenzi y, más adelante, “En cualquier momento
estallaba una peste que se llevaría a la tumba a la
mitad de aquellos infelices.”
Vemos cómo, desde cada una de las instancias, el tópico “salud” es
utilizado para arrogarse un saber-poder.
“Esos pobres diablos eran mi gente. Ahora me resultaban desconocidos.”,
dice el comisario. En el deíctico “mi gente”, Laurenzi
plantea abiertamente que se encuentra frente a una lucha
de posesiones. Se trataba de una lucha de autoridades
-Laurenzi respondiendo a la Ley, el iluminado respondiendo
a desconocidas “fuerzas superiores”- donde lo que se
pone en juego es el poder sobre las personas.
“Ese individuo era un simple farsante y era mi deber ponerlo en un
calabozo” dice, buscando descalificar y echar por tierra
toda posible pretensión de saber-poder del santón.
LO MONSTRUOSO
“Tarde o temprano, un hombre que se mueve por el mundo husmeando
cosas turbias asiste al nacimiento de un monstruo.”
dirá el comisario.
En“Simbiosis” se alude explícitamente al cuerpo monstruoso. Una testigo
dice que ella “ha visto al diablo, y que este se ha
llevado al santo porque no podía sufrir que hiciera
milagros." El mismo era "muy alto y encorvado,
y tenía dos cabezas.”
Pero también se alude aquí al monstruo en diferentes otras formas:
lo monstruoso que existe en la idea misma de crimen
-criminal como monstruo moral, crimen que aparece como
monstruoso hasta que no se explica su causa (4), etc.-,
en la anomalía presente en la noción de milagro -hecho
que altera las leyes de la naturaleza-, en los estigmas
-marcas corporales hechas por una fuerza superior desconocida-,
en lo amenazador de una masa desatada.
LOS CUERPOS EN SIMBIOSIS
“Simbiosis” trata sobre el cuerpo y los estigmas del margen: el cuerpo
de los creyentes, el de la víctima, el del propio asesino.
Los creyentes
“¿No le hablé todavía del hedor que reinaba en ese campamento inconcebible?
¿Ni de las moscas y tábanos que flotaban en nubes espesas?”
-pregunta Laurenzi.
Este conjunto de hombres "cubiertos de llagas y pústulas"
se enmarcan en el modelo que Michel Foucault dará para
la lepra. Contrariamente al modelo de la peste que suscita
esquemas disciplinarios, permanentes registros, inspecciones
y encierros, se trata de aquellos que permanecen más
allá de los límites del pueblo, los "outsiders".
Aquí funcionan sistemas de exclusión, rechazo, exilio.
Nos hallamos en presencia de individuos cuyas identidades
son difusas, al margen de todo sistema.
Estos cuerpos son considerados como una forma de "living deads",
los harapos redundando en su carencia e incompletud.
El comisario llega incluso a compararlos con “una caterva
de perros”, rompiendo así el margen mismo del género
humano. (5)
Laurenzi repara igualmente en sus voces: "La muchedumbre “estaban
arrodillada y rezaba...Esas voces, si las hubiera escuchado,
como un rugido en el desierto que llegaba en ráfagas
potentes, histéricas, con algo indefiniblemente doloroso.”
Como señala Nicolás Rosa en su libro La lengua del ausente,
el lamento de los pobres se mezcla con la elocución
del rezo en su monotonía y también la procesión que
emula la procesión de los enfermos en la Edad Media
y su espacio endogámico: el lazareto. (6) Nuevamente,
el modelo de la lepra.
La víctima
La primera vez que Laurenzi ve al iluminada lo imaginó mimetizado
con el paisaje:
“Y ese hombre, el manosanta, pegado al tronco de un árbol en el centro
del círculo, tan inmóvil que las ramas del árbol parecían
brotar de su cuerpo y las hojas, de su cara encendida
por un crepúsculo violento.”
El santón pertenece a ese entorno, sigue la misma lógica de los márgenes.
Desde la altura de su caballo, el comisario lo observa y, mentalmente,
se mide con él: “Mirado así, de cerca, era un viejecito
absurdo con una barbita rala y amarilla de nicotina
y los ojos saltones. Era un hombrecito insignificante
salvo cuando hablaba.”
Laurenzi también repara en la voz del viejo: “Era su voz, una melopea
áspera y al mismo tiempo irresistible, lo que hipnotizaba
a la multitud.” A través de su voz, el viejo domina,
persuade, manipula. Sus palabras generan una especie
de encantamiento sobre la audiencia.
“El les prometía el milagro, un ancho y difuso milagro que lamería
todas esas cabezas vencidas, esos miembros llagados.”
cuenta Laurenzi. (7)
Michelet,
en La Sorciére, se preguntaba: “¿De dónde sale
la bruja? Afirmo sin vacilar: de los momentos de desesperación".
Para él, la hechicería brota de los momentos de depresión,
tanto económica como personal. Se da en épocas de guerra,
de hambre, de crisis económica y social, de pérdida
de seguridad u orientación. La brujería es hija de la
miseria. Igual que el fanatismo y el engaño. La piedad
popular y la superstición dan la ilusión de libertad
a los oprimidos. De allí el carácter de rebelión social
larvado que esta adquiere. (8)
Pero además, el manosanta es asesinado y, al serlo, se convierte
en víctima propiciatoria. Su muerte adquiere connotaciones
de sacrificio cristológico que redundan en su supuesta
santidad.
El asesino
Contrapuesto al cuerpo de la víctima, la solución del asesinato pasa
aquí por el cuerpo del asesino.
Ya las primeras referencias a este cuerpo -la indicialidad de su
rastro- se presentan extrañas. “Eran unas pisadas que
seguían la orilla del cañadón y se paraban ante el rancho”.
Sin embargo, un cabo medio baqueano le dijo a Laurenzi
que “nunca había visto huellas como aquellas”, haciéndole
notar que eran demasiado profundas, demasiado hundidas
en la tierra. El cabo “estaba convencido de que no eran
las huellas de un hombre.”
Luego, aparece un cuerpo: "un tullido que tenía dos piernas
paralíticas, una lamentable cara de idiota, no hacía
más que sonreír y estaba cubierto de manchas de sangre
porque, según decía, se había cortado con un cuchillo
mientras dormía. Imposible que este cuerpo incompleto
hubiera llegado caminando hasta la choza de Varela o
hubiera dejado esas huellas".
El siguiente testimonio de una de las testigos coincide y acentúa
la extrañeza del primer rastro. Una vieja dice que,
por la madrugada, "vio rondar al diablo por el
campamento. Tenía el cuerpo muy alto y encorvado y tenía
dos cabezas".
Luego aparece otro cuerpo más: un ciego "con mucha plata encima,
anillos y relicarios de oro."
Ni el tullido ni el ciego podían haber llegado por sus propios medios
a la choza de Varela, especula Laurenzi. Por exceso
o por defecto, las pistas hasta allí encontradas, no
parecen encajar en el sistema de legibilidades del comisario.
MULTIPLES ASESINATOS
El misterio del crimen es resuelto en principio por Laurenzi como
quien ordena las piezas de un rompecabezas y arma con
ellas una sola figura: “El ciego utilizó las piernas
y el tullido los ojos y las manos.” El misterio se resuelve.
El ciego ha llevado en andas al ciego y este último
ha ultimado al manosanta.
Sin embargo, el crimen no fue uno sino varios.
Laurenzi dice: “Desde el punto de vista policial, que era el de la
realidad escueta, que era el mío, el muerto se llamaba
Varela, linyera y vagabundo con muchas y frecuentes
entradas en la policía de San Luis, Córdoba y Tucumán
por el ejercicio del curanderismo.”
La
testigo, por su parte, tiene su propia solución al misterio:
el diablo que se ha llevado al santo.
Cada asesino, además, posee su propio crimen, aunque la víctima fuera
la misma. Los dos criminales, responden a dos lógicas
diametralmente opuestas.
“Las dos cabezas elaboraron ideas muy distintas respecto del Iluminado:
la del ciego era la cabeza del incrédulo. Llegó a la
conclusión de que Varela, siendo un farsante, hacía
dinero con sus sermones y falsos milagros. Por lo tanto,
valía la pena matarlo para quitarle el dinero. Pero
la otra cabeza del monstruo bicéfalo era la del creyente
absolutamente elemental: porque el paralítico, el simple
idiota de la dulce sonrisa, tomó las palabras del Iluminado
- “en mi sangre está la curación de todos los males”-
al pie de la letra.”
Aunque se trata de una sola víctima, cada uno comete un crimen distinto.
Se trata de dos muertos distintos en un sólo cuerpo:
un cuerpo sagrado, un cuerpo profano.
El
cuento de Walsh marca un claro contraste de discursos:
El criminal, ¿es un ser monstruoso o dos cuerpos inválidos?
La víctima, ¿es un santo o un simple linyera?
Según la óptica desde donde se mire, Varela se convierte en un santo
asesinado por el diablo, en un cuerpo sagrado profanado,
en el cuerpo muerto de un linyera asaltado por unos
inválidos. Para la autoridad, sin duda, Varela muerto
se convierte, sencillamente, en un problema menos.
EL
MARGEN ESCRITO EN EL CUERPO
El paralítico y el ciego son seres incompletos. Desposeídos, deciden
adueñarse del poder significante del cual carecen, simbolizados
en este caso por el oro y la sangre: la sangre, símbolo
de vida e inmortalidad, que con su sólo contacto cura
(el cuerpo del tullido estaba cubierto con manchas de
sangre); el oro, símbolo de poder y riquezas (el cuerpo
del ciego estaba cubierto de joyas). Sangre y oro cubren
el cuerpo, visten, reemplazan los harapos, cobijan la
intemperie, suplen la incompletud y carencia.
Este conjunto de seres, más que como hombres y mujeres, se nos presentan
como pedazos de carne inconexos. Por defecto o por exceso,
nunca terminan de armar un cuerpo único. Los cuerpos
desmembrados remiten a un cuerpo social igualmente desmembrado
cuyos individuos no pueden constituirse como totalidad.
Estos cuerpos en pedazos pueden ser muy bien leídos
como una metáfora de la propia argentinidad al referir
a una larga historia de violencias, deposiciones y carencias.
NOTAS
(3) citado por Ezequiel Martinez Estrada,op.cit., p.10
(7) Imposible dejar de recordar aquí las lúcidas palabras del Astrólogo
de Arlt cuando le decía a Erdosain.“Créame, nosotros
estamos viviendo en una época terrible. Aquel que encuentre
la mentira que necesita el corazón de la multitud será
el Rey del Mundo.
BIBLIOGRAFÍA
Barthes, Rolland, “La estructura del suceso”, Ensayos críticos,
Barcelona, Seix Barral, 1977.
Foucault, Michel, Vigilar y castigar, México, sXXI, 1989.
Martínez Estrada, Ezequiel, Radiografía de la pampa, Buenos
Aires, Babel, 1933.
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