Catálogo
para la muestra de Fabio Kacero, Fabián Burgos y Ernesto
Ballesteros,Galería Ruth Benzacar, Buenos Aires, julio
de 1996
“Houston,
aquí base Tranquilidad: el Águila ha alunizado”,
anunciaba Neil Armstrong desde la radio del módulo
lunar, y con estas palabras, el hombre hacía
su ingreso en la era espacial. Sin embargo, más
que un comienzo, los primeros pasos del hombre sobre
la luna marcaban el final de una utopía, la de
la exaltada ciencia McCarthysta, la de la supersónica
familia americana y sus alter ego autómatas:
Robotina, Astroboy, Master Cylinder, hipnóticos
frente a la televisión dorada, electrodomesticados,
transistorisados, rodeados de cohetes espaciales, torpedos,
misiles y radares. La teoría de la relatividad
y la teoría cuántica, que en las primeras
décadas del siglo habían cambiado la faz
de la física newtoniana, avanzaba como una sombra
amenazante de indeterminaciones y paradojas sobre la
infalible materialidad de los fetiches mecánicos
de los ‘50, quizás para recordarles que,
más allá de la metafísica aristotélica
de la sustancia, el ser y la presencia, la paradoja
apareció asociada a la ciencia desde Zenón
de Elea en adelante.
¿En qué se diferencia Mecánica
Popular, de Cientific America, de Julio
Verne o del Profesor Elefante? La ciencia explora y
cartografía lo desconocido, igual que la filosofía,
la religión, la magia. A falta de la confianza
en esquemas divinos, necesita creer en esquemas humanos.
Sujeto frente a objeto, recorre y somete a la mirada.
Una mirada-lectura, porque leer viene antes que la aparición
de las palabras: lectura de nubes, de vísceras
de animales, del vuelo de los pájaros. Pero lo
que se ve es lo que se mira y lo que se encuentra es
lo que se busca.
El ojo, como un lente microfotográfico, iguala
paisaje astrofísico con paisaje molecular, fragmento
de tejido orgánico con partícula cuántica;
la mano grafica severa e impersonal, desaparecida detrás
de una objetividad inalcanzable. Sin embargo, como en
la psicosis, algo funciona mal entre significante y
significado: la mirada es la del ojo extraterrestre
de algún personaje de Phillip Dick o John Carpenter,
que intenta en vano comprender una realidad por completo
ajena aplicando sistemas, mediciones, cuantificaciones,
diagramas que no llegan a constituir más que
decodificaciones aberrantes.
¿Cuál es el sentido del universo?¿El
de la Cientific America? ¿El del Profesor
Elefante? No existe clasificación del universo
que no sea arbitraria y conjetural, dice Borges a propósito
del idioma analítico de John Wilkins. Y la razón
es muy simple: no sabemos qué cosa es el universo.