Jimmy Hendrix, Ofelias suicidas y Eduardo Manos de Tijera
Catálogo
para la muestra de Fabio Kacero, Instituto de Cooperación
Iberoamericano, Buenos Aires, mayo de 1993
Hace
un tiempo leí la verdadera historia de Eduardo
Manos de Tijeras. Un accidente lamentable, un cruce
genético, un corazón ahí donde
nunca debió haber un corazón. A veces,
los cruces genéticos son patéticos y a
veces son dramáticos pero siempre, son curiosos,
tan curiosos como el cruce entre una tapicería,
un gimnasio y un cementerio. Uno se encuentra frente
a una serie de prolijos cadáveres asépticos,
embalsamados en su último packaging plastificado
y rectangular, de los cuales sólo parece quedar
un nombre enmarcado entre dos fechas. Cuando ya nadie
más recuerde ese rostro donde leer una historia,
todavía entre los paréntesis de esas fechas
seguirán existiendo todas las posibles historias,
historias falsas, verdaderas, verdaderas calumnias,
adulaciones, exageraciones, humillaciones sin que nadie
pueda ahora defenderlas o denunciarlas por falsas: total,¿
hasta dónde puede mentir un nombre? Igual que
lo que pasa con las bibliografías apócrifas,¿porqué
ese libro que nunca fue publicado no pudo haber existido,
no pudo haber sido el mejor libro del mundo, al mejor
estilo de la Primera Enciclopedia de Tlon?
Aquel nombre sobreviviente es quizás mucho más
real que los hipotéticos gestos, mañas,
fobias perdidos para siempre. Tan real y científicamente
comprobable como una ecuación que describa la
hiperbólica línea de trayectoria de un
cometa desde el punto de partida X hasta su punto de
llegada Y (la Tierra) y que indique de qué manera
dicho cometa de volumen Z convertirá a la Tierra
en un recuerdo, o quizás solamente en el vago
recuerdo de un nombre, una ecuación mucho más
real que el magma terrestre y el pánico humano.
En todo caso, un cementerio conceptual podrá
carecer de carne y huesos pero en cuanto al tiempo se
refiere, es igual que cualquier otro cementerio: todos
los relojes se detienen y el distorsionado himno de
los EEUU de la Fender zurda de Hendrix puede descansar
de igual a igual junto a las anémicas Ofelias
suicidas, y demás damas artúricas de los
prerrafaelistas.