Belén Gache

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    El lado invisible de las cosas

 

Catálogo para la muestra "Borges.es", Casa de América, Madrid, noviembre 1999-enero 2000

 


No sin reticencia, los astrónomos han tenido que admitir que los nueve décimos de la masa del Universo son inaccesibles a sus instrumentos. Así, en la Vía Láctea , la mayor parte de la masa tiene que encontrarse en un halo inmenso, exterior e invisible. Los conglomerados y superconglomerados de galaxias también deben contener más materia que la que aparece bajo la forma de estrellas visibles. De qué se compone esa masa invisible: de "cadáveres" de estrellas, de planetas gigantes, de huecos negros o de "cosminos"? Vivimos pues en un universo-iceberg. Sin embargo, aunque las proporciones sean las mismas, hay una diferencia considerable entre un iceberg y el Universo: se sabe de qué está hecha la masa sumergida del iceberg, mientras que la naturaleza de la masa invisible del Universo es un desafío a la imaginación.
"La masa invisible del Universo", Trinh Xuan Thuan y Thierry Montmerle

De espacios lisos y caras ocultas

En el relato "Los dos reyes y los dos laberintos", Borges nos cuenta que un rey de las islas de Babilonia mandó a arquitectos y magos a construir un laberinto lleno de escaleras, puertas y muros, del cual ningún ser humano pudiera salir vivo. El azar quiso que se hallara de visita en sus tierras el rey de los árabes. Para burlarse de la simpleza de su visitante, el rey de Babilonia, lo instó a entrar en su laberinto. El rey árabe vagó largo tiempo sin rumbo, afrentado y confundido. Finalmente, suplicando socorro divino, pudo dar con la salida. Entonces, le dijo a su vez a su anfitrión que él tenía otro laberinto en Arabia y que, Dios mediante, se lo haría conocer algún día. A penas llegó a su tierra, el rey árabe armó a su ejército e invadió con él al reino de Babilonia. Tomó cautivo al mismo rey, lo ató a un camello y lo llevó al desierto. Allí, el rey enemigo murió de hambre y sed.

Las figuras de Borges se ubican siempre en estos lugares de indeterminación e incertidumbre; en estas zonas de invisibilidad, zonas ciegas. Sus figuras se desplazan por aquellos sitios a los que el conocimiento humano no puede acceder, espacios de devenires inciertos y nómades: el infinito, los desiertos, los espejos, los laberintos. Gilles Deleuze y Felix Guattari denominaban a este tipo de lugares "espacios lisos", en oposición a las cuadrículas de los "espacios estriados", cartesianos, mensurables y cartografiables, con secuencias, causalidades e identidades específicas. En los espacios lisos, al contrario, uno no sabe nunca a dónde va ni tampoco de dónde viene.

En su poema "La luna", Borges nos cuenta otra historia: un hombre concibió el desmesurado proyecto de cifrar todo el universo en un libro. Cuando luego de ímpetus infinitos dio por fin por terminado su descomunal volumen, alzó los ojos al cielo y vio un bruñido disco en el aire. Entonces comprendió que se había olvidado de incluir en su libro a la luna. El lapsus en la memoria de este escritor, que pretendía abarcar con palabras al universo, determinó que la misma quedara fuera del sistema de su texto. La luna, nocturna y suplementaria, creada por el dios sol para que lo reemplace durante las noches, con sus faces siempre cambiantes y su lado oscuro.

Los artistas reunidos en esta exposición, tematizan, al igual que Borges , esos espacios lisos, extrasistemáticos, esas zonas de incertezas. En sus obras, se verán cuestionadas tanto nociones como las de identidad ( Gustavo Romano) , la linealidad del espacio-tiempo ( Jorge Macchi, , Patricia Pisani) , la relación misma entre las cosas y las palabras (Miguel Rotschild) . Todos ellos se ubican en zonas de interferencia de los sistemas de referencialidades absolutos. Identidades, causalidades, linealidades, correspondencias adquieren aquí direcciones variables y nómades.

La ausencia de mapas

Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para pensar;
el tiempo ha sido mi Demócrito.
Esta penumbra es lenta y no duele;
fluye por un manso declive
y se parece a la eternidad.
"Elogio de la sombra", J.L.Borges

Penumbras, eternidad, soledad, son todos lugares sin coordenadas, sin puntos cardinales a partir de los cuales orientarse. En La leyenda dorada, Jácopo da Vorágine nos cuenta que San Antonio, desde temprana edad solía retirarse al desierto para seguir una vida de eremita. En su afán por descubrir al verdadero ser, voluntariamente renunciaba a la compañía de sus semejantes, lo cual le permitiría, según sus propias palabras, "liberarse de tres enemigos: el oído, la palabra y la vista". Pero cuando por fin lejos del mundo de los sentidos ya no había más que soledad y silencio, en ese lugar vacío, sin límites ni dirección, Antonio descubrió que en vez de encontrarse con el ser, se encontraba en cambio frente a frente con la nada. Fue entonces que, desde el ilimitado fondo del desierto, empezó a ver surgir los monstruos y demonios informes de su imaginación. Aterrado, blandía contra ellos su cruz, por qué no, emblema perfecto de los puntos cardinales.

En su conferencia sobre la ceguera, Borges comenta cómo en general los videntes tienen la equivocada idea de que el mundo del ciego es un mundo negro. Él se encargará de aclarar este error: "el mundo del ciego no es el del negro que uno supone, sino que es el mundo de la indefinición."

Antonio se dirigió al desierto buscando al ser. Demócrito de Abdera se arrancó los ojos para poder pensar, creyendo que estos, en lugar de dar acceso al mundo visible, estorbarían, en cambio, a la visión de la verdad. En su Ensayos Generales sobre el Barroco , Severo Sarduy cita igualmente el ejemplo de los soberanos chinos que se obturaban los sentidos con perlas para vedarse el acceso al mundo exterior y volver a alcanzar así un estadío semejante a la no-vida anterior al nacimiento. Se trata en este caso no sólo de lograr la desaparición de toda posible iconicidad, sino de la impugnación misma de lo visual como categoría privilegiada de conocimiento. Cerrar la puerta a toda percepción implica el dejar al ser fuera e internarse en la indefinición más absoluta de ese lugar inexplorado que hay detrás de nuestros ojos. La cuestión es que, con ojos o sin ellos, el hombre camina a tientas perdido en redes inextrincables, creando en su recorrido dibujos invisibles.

En su libro El elogio de la sombra , Borges incluye dos poemas, uno llamado "Laberinto" y el otro "El laberinto". El laberinto se presenta como el símbolo por antonomasia de la falta de rumbo y de la incerteza. En ellos, Borges habla de las largas soledades que van tejiendo y destejiendo el hades de la vida.

Visiones desde el otro lado
La idea de un artista visionario no es nueva. Muchas veces le fue concedido al arte la capacidad de ver aquello que no se ve, acceder al lado oculto de las cosas. Derrida , por ejemplo, comparaba el lápiz del artista con el bastón del ciego, recorriendo a tientas el espacio liso de la página en blanco. El artista parece tener sus ojos en otro lado, parece estar viendo cosas que suceden en otro lado, de la misma manera en que suele asociarse la ceguera a la visión de aquello que a nosotros videntes no nos es presentado. Dicha visión no carece de peligros. Recordemos sino lo sucedido al pintor que Abgar envió a Jerusalem para pintar el rostro de Cristo. El rostro brillaba con tal resplandor que el artista terminó por perder la vista. En su poema "Paradiso XXXI", Borges señala cómo haber perdido el acceso a ese rostro, que permanecerá para siempre oculto al hombre, es haber perdido la conexión con el infinito. La divinidad misma es presentada aquí como rostro: el rostro de la Nada Sublime , el rostro de lo Otro irrepresentable, la cara de la luna, el elemento que permanece irreductible a la norma clasificadora.

Pareciera que aquel que logra un acceso al lado invisible de las cosas, termina de una manera u otra privado de su vista. De hecho, sabemos que existe todo un mundo detrás de los ojos cerrados. Para comprobarlo, no tenemos más que centrarnos en la experiencia del sueño. Borges remitirá a ella en numerosas ocasiones. Famoso es el ejemplo del sueño de Chuang Tsú y el de la mariposa, situado en ese límite ambiguo entre sueño y vigilia, confusión e iluminación, visibilidad e invisibilidad. También el del sueño de Coleridge. Aparentemente, este poeta soñó su poema acerca del palacio de Kublai Khan y, siguiendo los designios de su sueño, lo escribió en un pedazo de papel al despertar. Veinte años después del sueño de Coleridge, salió publicada la primer versión occidental de la literatura persa en Europa. En ella se mencionaba, al pasar, el hecho de que Kublai Khan había erigido su palacio según un plano que había visto en un sueño.

¿En qué remoto y onírico lugar coincidieron Coleridge y Kublai Khan?¿Dónde se halla ese lugar visitado una y otra vez por los que sueñan? ¿Por qué delicadas cornisas transitan los sonámbulos? Nuevamente, nos encontramos ante la incapacidad de fijar coordenadas. De una manera u otra, sin embargo, podemos asegurar lo siguiente: el que sueña se encuentra en otro lado y ve otras cosas que aquel que permanece en vigilia. El que sueña permanece sumergido en el lado invisible de las cosas.

El reflejo de lo invisible

Todo en el mundo está dividido en dos partes, de las cuales una es visible y la otra invisible. Aquello visible no es sino el reflejo de lo invisible.
Zohar,I, 39, reproducido en JL Borges , El libro de los sueños

Todo el mundo está dividido en dos partes, dirá Zohar. Pero Borges nos habla de un objeto que posee, en cambio, un solo lado. Había una vez un mendigo que recorría los caminos diciendo que en otros tiempos él había sido rey.

Ando por los caminos del desierto, pero aun soy rey porque tengo el disco, ¿quieres verlo?
Abrió la palma de la mano, que era huesuda. No había nada en ella. Estaba vacía.
-Es el disco de Odín, tiene un solo lado. En la tierra no hay otra cosa que tenga un solo lado.

"El disco de Odín", J.L.Borges

Odín, señor de los cielos nocturnos, caudillo del ejército de los muertos poseía en tanto tal, la capacidad de descender al reino de los muertos para interrogarlos y conocer sus secretos. De él se decía que era tuerto y que había quedado así en su afán de adquirir nuevos conocimientos. ¿Era el anciano del cuento de Borges el propio Odín? Al igual que este, él era un viajero. Además, una cicatriz cruza la cuenca de su ojo izquierdo vacío.

Borges citará numerosos ejemplos de cosas con lados prohibidos y lados falsos. El bruñido espejo de Viento-y-Luna de Tsao Hsue-King, por ejemplo, sanaba únicamente a aquel que se abstuviera de mirar su reverso. Bertrand Russell poseía una hoja de papel donde podía leerse en ambas caras: "Lo que dice al dorso no es cierto".

El espejo de Viento-y-Luna, la hoja de papel de Russell , el disco de Odín y la misma luna, todos ellos impugnarán las certezas, remitirán al lado nocturno y secreto, a la deriva del viajero, a todo aquello que nos es inasible e incomprensible. Nos harán recordar de qué manera toda imagen, toda palabra, lleva a la nada pegada en su espalda.

De las secuencias divergentes

¿Qué errante laberinto, qué blancura
Ciega de resplandor será mi suerte,
Cuando me entregue el fin de esta aventura
La curiosa experiencia de la muerte?
"Los enigmas", J.L.Borges

Habíamos visto el laberinto asociado a las nociones de inestabilidad y transformación. Un laberinto remite siempre a fenómenos de la pérdida de la orientación, falta de control respecto de un sistema topográfico trascendente, recorrido sin mapas.

Hay diferentes tipos de laberintos. Existen, por ejemplo, laberintos tanto de espacio como de tiempo. En "El jardín de los senderos que se bifurcan", Borges alude al universo tal como lo concebía Ts'ui Pen. A diferencia de Newton y Schopenhauer , Ts'ui Pen no creía en un tiempo uniforme y absoluto sino en infinitas series de tiempos divergentes, convergentes o paralelos. En la superficie lisa del tiempo, una trama invisible se va conformando, una telaraña de minutos, días, milenios.

Como en la historia de "Los dos reyes y los dos laberintos", el laberinto del tiempo tendrá aquí su contrapartida en el desierto del tiempo. El ciego, dirá Borges , vive sumergido en un tiempo somnoliento que no marca ni aurora ni ocaso El ciego no posee una medida a partir de la cual cartografiar su tiempo. Otro desierto de tiempo será el de la eternidad, en la Ciudad de los Inmortales.

Espaciales o temporales, concéntricos, infinitos, del pensamiento o de la imaginación, la obra de Borges está atravesada por laberintos. El laberinto como símbolo de la búsqueda y de la angustia del hombre que parece caminar por su vida a ciegas. A través de laberintos, busca su pasado, su destino y su sentido. Se busca a sí mismo al igual que Lönnrot, el detective de "La muerte y la brújula", que intentaba resolver los crímenes que se suceden en los distintos puntos cardinales del enorme laberinto de la ciudad. Recién al terminar de trazar su mapa pudo tomar conciencia de que, en realidad, todo el tiempo no había estado buscando otra cosa que a sí mismo y a su propio destino. Los ejemplos se repiten: el mago de Qaholom sospecha que el mensaje divino puede estar en su propio rostro. En el “Acercamiento a Almostasim” las identidades del buscador y del buscado terminarán por ser idénticas.

Telarañas de piedra

El jardín de los senderos que se bifurcan es una imagen incompleta, pero no falsa, del universo tal como lo concebía Ts'ui Pen. A diferencia de Newton y Schopenhauer, su antepasado no creía en un tiempo uniforme, absoluto. Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos divergentes, convergentes y paralelos. Esa trama de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades.
"El jardín de los senderos que se bifurcan", J.L.Borges

Olaf Stapledon, uno de los autores que integra la Antología de la literatura fantástica , se refiere a un cosmos inconcebiblemente complejo, en el cual cada vez que una criatura se enfrenta con diversas alternativas, no elige una sino todas, creando de este modo muchas historias universales del cosmos. Esta idea será retomada repetidas veces por Borges en narraciones donde se plantea la existencia de una pluralidad de mundos, de orbes que proliferan y se incluyen una dentro de la otra, en un juego de cajas chinas. Borges propone una idea de tiempo que se ramifica indefinidamente, sobre infinitos caminos que divergen, convergen, corren paralelos, se entrecruzan, se bifurcan.

En Charco de sangre , Jorge Macchi elabora igualmente, siguiendo la lógica de una pesquisa, una obra en la que diferentes líneas narrativas van conformando el trazado de una particular figura. ¿Se trata de una figura trazada por alguna divinidad cuyos designios incomprensibles escapan a la contingencia del ser humano? ¿Quién concibe en realidad estos diseños?

El tiempo se ramifica en senderos infinitos o se escurre irremediablemente dejándonos frente al vacío: un pasado perdido, un futuro incierto, un presente ilusorio. Borges , igual que para Gastón Bachelard , utilizarán la metáfora del agua. Esta ya no es concebida solamente como “el vano destino de las imágenes huidizas, el vano destino de un sueño que no se consuma, sino un destino esencial que sin cesar transforma la sustancia del ser.” La movilidad heracliteana se manifiesta como una filosofía concreta y total.

Agua como tiempo, como memoria, como lenguaje. Todos ellos fluyen, se nos escapan entre los dedos, parecen diluirse sin dejar rastros duraderos, cambian continuamente de apariencias. El agua, el cuarto elemento, el río, el océano, nuevos espacios lisos.

En la obra 32 Morceau d'eau , Macchi intentará cartografiar no ya el recipiente sino el contenido del mismo. En un afán de poner forma a lo informe, se encarga de presentar los 32 segmentos del río Sena, separados por los puentes según aparecen representados en los mapas de París. Sólo que aquí los segmentos se convierten en "pedazos de agua". La obra de Macchi pone al descubierto el sinsentido que implica, de parte de cada cultura, intentar establecer órdenes, sistematizar el flujo ininterrumpido, el eterno devenir del ser. Michel Foucault se ocupó a lo largo de toda su obra del rastreo de estas rejas lingüísticas y perceptivas. "Se trata de ver qué modalidades de orden han sido reconocidas, puestas, anudadas con el espacio y el tiempo, para formar el pedestal positivo de los conocimientos, tal como se despliegan en la gramática, la filología, la historia natural y la biología, el estudio de las riquezas, la economía política", decía Foucault en Las palabras y las cosas .

Las palabras y las cosas

En Guzerat, a fines del siglo XVIII, un tigre fue Zahir; en Java, un ciego de la mezquita de Surakarta, a quien lapidaron los fieles; en Persia, un astrolabio que Nadir Shah hizo arrojar al fondo del mar; en las prisiones de Mahdí, hacia 1892, una pequeña brújula que Rudolf Carl von Slatin tocó, envuelta en un jirón de turbante; en la aljama de Córdoba, según Zotenberg, una veta de mármol de uno de los mil doscientos pilares; en la judería de Tetuán, el fondo de un pozo.
"El Zahir", J.L.Borges

Miguel Rothschild retoma en sus Paraísos la idea de la fusión de la unidad con la pluralidad, la idea de que lo múltiple puede ser igual al Uno de la misma manera que, como en "La esfera de Pascal", a la que alude Borges , el centro llega a estar en todas partes mientras que la circunferencia no está en ninguna. Borges suele recurrir en numerosas ocasiones a la fusión de lo uno en lo múltiple: los días, para Evaristo Carriego , transcurrían como si fueran en realidad un sólo día; las tardes podrían resumirse todas en una sola tarde; las esquinas de Buenos Aires, en una sola esquina.

Contemplando la obra de Rothschild podríamos concluir que, en efecto, el paraíso puede estar en cualquier parte, en todas partes. También podríamos concluir que, en realidad, detrás del nombre nunca está lo que se nombra. Así, como decía Cartaphilus en el cuento "El inmortal", cuando se acerca el fin sólo quedan las palabras: "Palabras, palabras desplazadas y mutiladas, palabras de otros fue la pobre limosna que le dejaron las horas y los siglos." El paraíso, en esta segunda opción, se nos escurre detrás de los signos.

 

Presumo que la eterna Leonidad puede ser aprobada por mi lector, que sentirá un alivio majestuoso ante ese único León, multiplicado en los espejos del tiempo. Del concepto de eterna Humanidad no espero lo mismo: sé que nuestro yo lo rechaza, y que prefiere derramarlo sin miedo sobre el yo de los otros. Mal signo: formas universales mucho más arduas nos propone Platón. Por ejemplo, la Mesidad , o Mesa Inteligible que está en los cielos: arquetipo cuadrúpedo que persiguen, condenados a ensueño y a frustración, todos los ebanistas del mundo.
"Historia de la eternidad", J.L.Borges

Como los ebanistas, aquellos que busquen al ser detrás de las palabras estarán condenados al ensueño y al fracaso. Rothschild pone en evidencia, al igual que lo hacía Odín con su disco, el lado oscuro del signo.

Nudos y derivas

En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una ciudad y el mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, esos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él.

Suarez Miranda, Viajes de barones prudentes , en JL Borges , Museo

En el espacio estriado, dirán Deleuze y Guattari , los trayectos tienden a estar subordinados por los puntos; en el liso, en cambio, los puntos serán los que estén subordinados a los trayectos. Así, en el espacio liso, el trayecto provoca las paradas, mientras que en el estriado, las paradas son las que provocan las diferentes trayectorias. Lo liso y lo estriado se distinguen en primer lugar por la relación inversa del punto y de la línea (la línea entre dos puntos en el caso de lo estriado, el punto entre dos líneas en el caso de lo liso). El ser humano se encuentra perdido en una red de formas intrincadas e infinitas que van armando una a una un mapa misterioso, desconocido. Detrás de dicho mapa queda latente una reflexión particular: ¿se trata de un espacio liso o de un espacio estriado? ¿se trata del predominio de las líneas o de los puntos? ¿serán la frecuencia y longitud de los trayectos de los individuos las que determinen el espacio o cabe pensar, por el contrario, que lo contingente queda inscripto en una instancia superior que los seres humanos no podemos vislumbrar?

En Las cuatrocientas líneas, trayectos , Pisani presenta una serie de líneas dibujadas a lápiz que se despliegan en todas direcciones. Plegadas como mapas y vueltas a deplegar sobre una mesa, invitan a una búsqueda absurda. Pisani se centra en la idea de mapa, sólo que aquí el espacio liso se resiste a dejarse estriar y las líneas conforman itinerarios ciegos. Los trayectos confluyen y se bifurcan, instaurando nudos, lugares de confluencia de caminos. Son lugares de enlace, pero también, en tanto encrucijadas, lugares de elecciones que pueden llegar a ser fatales. Los nudos marcarán los descansos a través de los diferentes senderos recorridos a la deriva por el viajero.

Una de las escuelas de Tlön llega a negar el tiempo (…). Otra escuela declara que ha transcurrido ya todo el tiempo y que nuestra vida es apenas el recuerdo o reflejo crepuscular, y sin duda falseado y mutilado, de un proceso irrecuperable. Otra, que la historia del universo -y en ella nuestras vidas y el más tenue detalle de nuestras vidas- es la escritura que produce un dios subalterno para entenderse con un demonio. Otra, que el universo es comparable a esas criptografías en las que no valen todos los símbolos y que sólo es verdad lo que sucede cada trescientas noches.
" Tlön, Uqbar, Orbis Tertius", J.L.Borges

A los laberintos de espacio se le suman aquí también los laberintos de tiempo. El hombre, decía Borges , está hecho de la sustancia de las horas. En "El tiempo y J.W.Dune", señala que los teólogos definen la eternidad como la simultánea y lúcida posesión de todos los instantes del tiempo. Nuevamente la opción: ¿pluralidad de tiempos o eternidades? ¿O será que las eternidades no son verdaderamente más que instantes? En Birth of Time, Pisani presenta 24 huevos que se activan, mediante un mecanismo de timer, cada hora. El huevo, símbolo de la inmortalidad, marca de manera automática el paso de las horas, día tras día, remitiendo a un tiempo cíclico, a un eterno retorno. A su vez, la idea de que estos incesantes nacimientos estén condicionados por un mecanismo maquínico, nos habla de un plan, de un proyecto, de la noción de un predeterminismo que rige la vida, aun en su forma más primaria.

El rostro de la nada sublime

Este dios, previendo que en el fin de los tiempos ocurrirían muchas desventuras y ruinas, escribió el primer día de la Creación una sentencia mágica, apta para conjurar esos males. La escribió de manera que llegara a las más apartadas generaciones y que no las tocara el azar. Nadie sabe en qué punto la escribió ni con qué caracteres, pero nos consta que perdura, secreta, y que la leerá un elegido.
"La escritura de Dios", J.L.Borges

La imagen de un orden superior que encierra un mensaje incomprensible para los hombres será otro de los tópicos trabajados por Borges . Interesado por la idea de una obra en la cual se encuentre escrito el sentido secreto del cosmos -idea de origen hebreo, retomada por la filosofía occidental en el medioevo-, Borges retoma la metáfora del Libro de la Naturaleza , el Libro del Destino o Libro de Dios, que existiría desde los primeros tiempos de la creación y abarcaría imperios, galaxias, generaciones. En este libro, la escritura es invisible al ojo humano. Allí se halla escrito el destino de los hombres trazado por un lápiz omnipresente y secreto. Sin embargo, existe otra posibilidad: que después de todo, no exista sentido secreto alguno.

“Es sabido que la identidad personal reside en la memoria y que la anulación de esa facultad comporta la idiotez. Cabe pensar lo mismo del universo. Sin una eternidad, sin un espejo delicado y secreto de lo que pasó por las almas, la historia universal es tiempo perdido, y en ella nuestra historia personal -lo cual nos afantasma incómodamente.” dirá Borges en su “Historia de la Eternidad ”.

En La tarde de un escritor , Gustavo Romano trabaja sobre la compulsión del ser humano por poner en palabras su vida, encontrando el hilo narrativo que de un sentido a su existencia. Su obra remite tanto a esta necesidad compulsiva del hombre como también a la misma imposibilidad de lograr el objetivo.

No hay ser humano en la tierra capaz de declarar quien es, con certidumbre. Nadie sabe que ha venido a hacer a este mundo, a que corresponden sus actos, sus sentimientos, sus ideas, ni cual es su verdadero nombre.
Leon Bloy en JLBorges, "El espejo de los enigmas".

En Huella , Romano nos muestra una retroproyección de una huella dactilar cuyo dibujo se modifica constantemente. Las diferentes líneas narrativas, escritas en ese Libro del Destino van conformando, en última instancia, una ilusión de referencialidad autobiográfica: el sujeto termina por reconocerse en ese espejo delicado y secreto de las palabras en las que, ilusoriamente, cree ver reflejada su vida.

BELÉN GACHE.