INTRODUCCIÓN
Con Adán Buenosayres, Leopoldo
Marechal realiza una novela en clave donde retrata diferentes
intelectuales de la década del ’20 tales como Jorge
Luis Borges, Jacobo Fijman, Raul Scalabrini Ortíz, Norah
Lange e, incluso, se retrata él mismo en el personaje
de Adán. En la figura del astrólogo Schultze,
a su vez, reconoceremos al pintor argentino Xul Solar.
En
Adán Buenosayres nos enfrentamos con un texto
esencialmente paródico donde, a partir de estos personajes,
se parodian los fervores y la retórica de la vanguardia
martinfierrista, pero igualmente se parodian una serie
de discursos canónicos tales como la mitología clásica
(en el tópico de la katabasis o descensos infernales),
la literatura (a partir de Homero, Dante, Rabelais,
Joyce), la vida cotidiana de los barrios porteños, los
estereotipos culturales argentinos, etcétera. La
tensión entre discurso canónico y discurso paródico
es una constante en Adán Buenosayres.
En
este trabajo, nos centraremos especialmente en la parodia
que Marechal realiza del discurso de Xul Solar, señalando
el rol fundamental que Marechal le concede al artista
en la construcción de su texto.
Dado que aquí
cobran especial interés temáticas como la parodia, el
cuerpo grotesco y la katabasis, y dado que el propio
Marechal se encarga de remarcar la influencia que sobre
el Adán Buenosayres ha ejercido Rabelais (1),
encararemos nuestro estudio desde un marco teórico bajtiniano,
principalmente desde la lectura del texto La cultura
popular en la Edad Media y el Renacimiento, en donde
Bajtín aborda las mismas en su análisis de la serie
de Gargantúa y Pantagruel, escrita por François Rabelais
a comienzos del siglo XVI.
A la luz de
los escritos de Bajtín, plantearemos que los múltiples
cuerpos grotescos que circulan por las páginas del Adán
Buenosayres aparecen como figuraciones de un modelo
de habitante de la Argentina traspasado por múltiples
y contradictorias herencias culturales, tema de especial
relevancia tanto para Marechal como para Xul como ,
en general, para todos los intelectuales reunidos alrededor
de la revista Martín Fierro. A su vez, la katabasis
con la que se cierra el libro (el descenso a “la oscura
ciudad de Cacodelphia”) se constituye como un simbólico
viaje en busca de la propia naturaleza de nuestra cultura.
Intentaremos
evidenciar, así mismo, la manera en que la subversión
de valores inherente al tratamiento de los cuerpos grotescos
que se da a nivel temático (hibridez, pluralidad) tiene
su directo paralelismo en el tratamiento dado por Marechal
al lenguaje con el que construye su novela.
BAJTIN Y RABELAIS: CUERPO GROTESCO
Y KATABASIS (2)
La noción de cuerpo grotesco remite
en Bajtín a un cuerpo que prioriza sus aspectos físicos
y materiales y que ha transgredido las fronteras –tanto
entre sí mismo y los otros cuerpos como entre sí mismo
y el mundo. El cuerpo grotesco, relacionado generalmente
por este autor con un contexto de fiesta popular o carnaval,
se encuentra, como veremos, también ligado al tema de
la katabasis -pensada esta simbólicamente como muerte
y resurrección- y, en general, a todo momento en que
las normas que rigen la vida cotidiana se ven suspendidas.
“Se suele destacar el predominio excepcional
que tiene en la obra de Rabelais el principio de la
vida material y corporal: imágenes del cuerpo, de la
bebida, de la satisfacción de las necesidades naturales
y la vida sexual. Muchos bautizaron a Rabelais con el
título de gran poeta de la “carne” y del “vientre”.
Algunos lo interpretaron como una “rehabilitación de
la carne” típica de la época y surgida como reacción
al ascetismo medieval”, dice Bajtín en su estudio sobre
Rabelais. (3)
La
cuestión es que, con Rabelais, el grotesco abre las
puertas hacia una concepción por completo diferente
del mundo. En sus textos se enfatiza no lo único ni
a lo estable sino por el contrario los cambios y las
metamorfosis en una constante subversión de los modelos
clásicos.
“En la base de las imágenes grotescas
encontramos una concepción particular del todo corporal
y de sus límites. Las fronteras entre el cuerpo y el
mundo y entre los diferentes cuerpos están trazadas
de manera muy diferente de las imágenes clásicas y naturalistas”,
asevera Bajtín. (4)
Al contrario
de los cánones modernos, en donde el cuerpo es concebido
como una entidad completa, separada, autosuficiente
y donde todo signo de
incompletud o dependencia es elidido, el cuerpo
grotesco no se presenta como una unidad separada del
resto de los cuerpos. No se trata de un cuerpo cerrado
en sí mismo sino que está inconcluso y carece de límites,
motivo por el cual continuamente se encuentra transgrediendo
sus propias fronteras. Así, este tipo de cuerpo acentúa
precisamente aquellas partes que se encuentran abiertas:
la boca, el sexo, el ano, partes en los cuales el cuerpo
se deja traspasar por el mundo o se despliega sobre
el mundo. Acciones como la cópula, el comer, el beber,
el morir o el dar a luz se presentan a su vez como acciones
mediante las cuales el cuerpo también se desborda y
rebasa sus propios límites.
Es interesante recalcar que, para Bajtín,
el cuerpo grotesco posee, dada su propia naturaleza
transgresora de límites, características no individuales
sino colectivas:
“El
portador del principio material y corporal no es aquí
ni el ser biológico aislado ni el egoísta individuo
burgués sino el pueblo”, dice Bajtin. (5)
Con respecto al descenso a los infiernos,
Bajtín señala, a su vez, que “según el proyecto inicial,
el centro de toda la obra de Rabelais debería ser la
búsqueda de los infiernos y el descenso de Pantagruel,
es decir, el tema de Dante trasladado al plano cómico.
Rabelais no se alejó de este proyecto primitivo y, de
hecho, logró realizarlo.”(6)
En el libro Quinto, Pantagruel se embarca
en un viaje hacia las profundidades terrestres, hacia
zonas inferiores y ocultas de la tierra, en búsqueda
del Oráculo de la Divina Botella. Bajtín recalca cómo
Rabelais continúa con el modelo que las leyendas medievales
en donde se citan una multitud de agujeros que, abiertos
en las diferentes zonas de Europa, pasaban por ser las
entradas del infierno. (7) Se creía, por ejemplo, que
el Hoyo de San Patricio, en Irlanda, llevaba directamente
al infierno y había sido mostrado por Dios a San Patricio.
Rabelais hace referencia tanto del agujero de San Patricio,
como “del de Gibraltar y de otros mil hoyos”. (8)
Al igual que sucede con el cuerpo grotesco,
la tierra aparece igualmente como una superficie no
cerrada sino perforada tanto de agujeros que dan al
Infierno como de puertas a través de las cuales se accede
al Paraíso.
Con respecto al tema del descenso (katabasis),
Bajtín señala la manera en que la direccionalidad bajo-alto
(inferior-superior), desempeña un rol preponderante
en el sistema conceptual del medioevo. Ascensión y descenso
son los únicos movimientos capaces de alterar la situación
y el destino del alma humana.
Pero en Rabelais, esta temática tendrá,
además, resonancias de toda una estética:
“En el sistema rabelaisiano, los infiernos
son el nudo donde se cruzan todos los elementos directores
de su literatura: el carnaval, el banquete, las groserías,
las imprecaciones”, dirá Bajtín. (9)
El motivo del infierno aparece ligado
indisolublemente al de los cuerpos grotescos. Recurrentemente,
el descenso a los infiernos (ya sea en las iconografías
religiosas o en la literatura de Dante, Rabelais, Marechal,
etcétera), se presenta como un viaje en el cual asistimos
a un desfile de cuerpos grotescos, desnudos, lacerados,
sumergidos en fétidos pantanos, sometidos a infinitos
suplicios, incompletos, monstruosos. (10)
Bajtín hace hincapié en la importancia
sustancial que estas dimensiones inferiores materiales
y corporales adquieren en la obra de Rabelais:
“Todo el universo rabelaisiano está
dirigido hacia los infiernos terrestres y corporales.”(11)
LA PARODIA EN BAJTIN
Una de las nociones básicas desarrolladas
por Bajtín es la de dialogismo o polifonía. En este
sentido, para Bajtín, la parodia es una forma particular
de polifonía en la cual el autor habla mediante la palabra
ajena, pero entrando en conflicto con su dueño primitivo:
“La segunda voz, al anidar en la palabra ajena, entra
en hostilidades con su dueño primitivo y la obliga a
servir a propósitos totalmente opuestos. La palabra
paródica se convierte en arena de lucha entre dos voces”,
dirá Bajtín (12)
Pero Bajtín va todavía más lejos: estas
características de la palabra paródica pueden ser extendidas
a todo tipo de palabra. Para Bajtín, la palabra es desde
el comienzo un fenómeno esencialmente dialógico que
incluye en su seno las huellas de sus diferentes usos.
Siendo utilizada por unos y por otros, en diferentes
contextos y con diferentes intenciones, todos estos
usos permanecerán presentes en ella. La palabra conlleva
voces que o bien se hacen eco o bien entran en conflicto
pero que siempre se construye de forma dialógica.
Llevada esta idea al plano literario,
veremos entonces cómo al estar construida a partir del
uso de diferentes voces, una obra se convierte en una
estructura que nunca es original ni surge de un genio
creador único de manera aislada sino que entra siempre
en relación dinámica tanto con otras obras literarias
como con otras voces sociales.
El
Adán BuenosaYres y la parodia
Habíamos señalado
que en Adán Buenosayres, publicado en 1948, la
tensión entre el discurso canónico y el paródico era
constante. Esta tensión abarca un amplio espectro, desde
sus referentes literarios (el cánon épico, Dante, Rabelais,
Joyce), la temática social (parodia de los diferentes
arquetipos de la sociedad porteña que pueblan las páginas
del libro), la noción de lo nacional (en sus continuas
ironías referentes al “habitante de las pampas”, o al
“espíritu de la tierra”), etcétera.
De hecho,
al presentarse como una novela en clave, es decir, al
remitir en forma explícita a la presencia de otros autores
(otros intelectuales, su grupo de colegas), Adán
Buenosayres se presenta, ya desde su misma concepción,
como un texto con voluntad polifónica. El entramado
de las diferentes voces que van conformando el texto
cobra densidad, además, a partir de la parodia, manera
en que Marechal decide entrar en diálogo con este grupo
de pares.
“La epopeya clásica debió adaptarse
a las nuevas condiciones del siglo y la novela fue sin
duda el resultado último de tal adaptación. De momento
indagaba yo en qué medida era posible construir una
novela según los cánones de la Epopeya tradicional.
Y el viejo Aristóteles debió reírse de mí, allá, en
la frescura de los Campos Elíseos”, dice Marechal en
referencia a esta novela estructurada en siete libros.
Los cinco primeros cuentan las peripecias de Adán durante
los tres días anteriores a su muerte, momento en que
el mismo realiza un itinerario simbólico por diferentes
barrios de la ciudad de Buenos Aires y entra en contacto
con los seres que allí habitan. Los dos libros restantes
son “El cuaderno de tapas azules”, que se presenta como
una autobiografía de Adán, y “Viaje a la oscura ciudad
de Cacodelphia”, libro final, basado en el tema de la
katabasis o descenso a los infiernos simbolizados aquí
como una ciudad fantástica denominada Cacodelphia. (13)
MARECHAL: PARODIA Y POLIFONÍA DEL DISCURSO
DE XUL
“Usted siempre anda innovándolo todo.
Primero, el idioma de los argentinos, después la etnografía
nacional, ahora la música, ¡ojo!, ya lo veo con una
llave inglesa en la mano queriendo aflojar los bulones
del sistema solar”, dirá uno de los personajes de Adán
Buenosayres refiriéndose al astrólogo. (14)
Sin duda, la referencia se aplica a
Xul Solar, quien se había dedicado a inventar diferentes
idiomas así como diferentes tipos de escrituras, diferentes
religiones, diferentes notaciones musicales, diferentes
tipos de juegos, etcétera.
En la novela
de Marechal encontraremos reiteradas referemcias irónicas
sobre el trabajo de Xul así como a su contexto teñido
por el esoterismo, el hermetismo y la teoría de las
correspondencias. De allí que en su transposición a
la ficción aparezca como el personaje del “el astrólogo
Schultze”. El rol del astrólogo Schultze será fundamental
en la novela. De hecho, él se constituye como el guía
que, gracias a sus conocimientos sobre la posición de
las estrellas y planetas, es capaz de conducir al grupo
de amigos por sus diferentes itinerarios por Buenos
Aires. Schultze será también el traductor de idiomas
que nadie entiende sino él (como en el caso del neocriollo)
y es además el inventor del infierno que aparece en
el último libro, así como el guía, también allí, de
esos territorios de ultratumba.
Mientras que
en la obra de Rabelais prácticamente todo el viaje de
Pantagruel se desarrolla en los Infiernos, en Adán
Buenosayres, Adán desciende a los mismos recién
al llegar al último libro de su novela.“El astólogo
Schultze” actúa como Virgilio y va guiándolo a través
de diferentes estratos infernales. (15)
El infierno, presentado como “la oscura
ciudad de Cacodelphia”, se encuentra en los confines
de la ciudad, en el bajo Saavedra, lugar limítrofe "donde
la urbe y el desierto se juntan en un abrazo combativo".
A Cacodelphia se accede luego de una serie de rituales
que únicamente conoce el astrólogo Schultze y que el
mismo practica ante la mirada atónita y escéptica de
Adán: Schultze traza un círculo de tiza alrededor de
un ombú; traza tres cruces equidistantes sobre el diámetro
del círculo formando a partir de las mismas un triángulo
equilátero; escribe junto a las cruces los nombres de
Tetragrammaton, Eloha y Elohim; escribe luego, entre
cada uno de los anteriores, los nombres de Santos Vega,
Juan Sin Ropa y Martín Fierro; luego, Schultze y Adán
entran en el círculo y el astrólogo enuncia un extraño
conjuro inentendible que, luego aclarará, está en un
extraño idioma denominado “neocriollo”:
Lagoz
atha cabyolas
Harrahya
Samahac ori famyolas
Karrehya
Finalmente, una hendidura se abre bajo
el ombú y Schultze y Adán, atravesándola, comienzan
su descenso por los laberintos subterráneos de Cacodelphia.
(16)
Como
dijimos, todo el infierno de Adán Buenosayres
es obra del astrólogo Schultze:
“Temeroso de construir un infierno
vulgar y silvestre, concebí la forma de un cono-hueco-invertido
al que llamé Divicono, dentro del cual se ubicarían
los cacodelphenses como en el interior de un vaso gigantesco
(…) o necesitaba organizar matemáticamente mi espacio
infernal, de modo que fuera inteligible y transitable.
Entonces imaginé un rascacielos subterráneo cuyos diferentes
pisos constituirían otras tantas moradas infernales,
atravesados todos ellos por el tubo del ascensor, que
sería el eje vertical o línea de las mociones celestes”,
dirá Schultze. (17)
Vemos cómo Marechal (Schultze/ Xul
Solar) estructura su infierno en forma similar al Infierno
de Dante con sus diferentes círculos y su jerarquía
vertical. Como en el infierno de Dante, además, aquí
también habrá lugar para una serie de personajes: los
lujuriosos, avaros, iracundos, irresponsables, adoradores
de su cuerpo, los glotones, los ladrones, así como seres
cuya denominación es producto de la inventiva del propio
Marechal –y en la que rastreamos indudable influencia
del idioma inventado por Xul Solar-: los verdiviejos,
las ultracortesanas, los homoglobos, los seudogogos,
etcétera.
Estos personajes poseen figuras que
la mayor parte de las veces se presentan como grotescas,
cuerpos desnudos de formas porcinas, híbridas, monstruosas,
gigantescas, cuerpos gelatinosos, cuerpos que flotan
en superficies pútridas, que continuamente comen, se
purgan, vomitan, etcétera.
Durante
su expedición por el barrio de Saavedra, se les aparecerán
además a Adán y sus compañeros de aventuras diferentes
personajes fantasmales tales como el “Gliptodonte de
las Pampas” (que se presenta a sí mismo como el Espíritu
de la tierra), el cacique Palocurá, el payador Santos
Vega y Juan sin Ropa (a quien se compara con un habitante
del infierno), que deviene a su vez en otros diferentes
personajes que representan en cada caso al inmigrante.
La última de las transformaciones de Juan sin Ropa será,
precisamente, “el Neocriollo” o futuro habitante de
las pampas.
El neocriollo es un personaje de unos
6 metros de alto. Está completamente desnudo y “su caja
toráxica transparente deja ver el fino dibujo de sus
órganos internos”. Su gran cabeza está envuelta en un
halo radiante, sus ojos son fosforescentes y giran como
faros, su boca es un saxofón y sus orejas son dos embudos
giratorios. Esta descripción del neocriollo que realiza
Marechal se constituye como una referencia indudable
a las figuras pintadas por Xul, cuyos cuerpos recurrentemente
se presentan como transparentes y están envueltos en
halos resplandecientes. Este personaje, a su vez, habla
un idioma incomprensible que sólo puede ser decodificado
por el astrólogo Schultze.
Con este término “neocriollo”, Marechal
produce, además, una conjunción de otros dos aspectos
que han sido trabajados en profundidad por Xul Solar:
por un lado, remite a uno de los dos idioma inventados
por el artista (el neocriollo y la panlingua), por el
otro, a las mejoras anatómicas que el mismo plantea
para el cuerpo humano (en clave irónica, por cierto),
en varios de sus escritos teóricos.
El neocriollo es definido por Marechal
como “un esperpento abominable, un monstruo de laboratorio”
(18). Se trata de un ser cuyo cuerpo, además de “estar
regido por una serie de correspondencias angélicas y
astrológicas”, está compuesto por diferentes prótesis
y anexos tales como antenas de un insecto colocadas
como extensiones de los nervios ópticos y capaces de
girar sobre sí mismas periscópicamente, embudos microfónicos
a manera de orejas, manos y pies activadas por un complicado
sistema de palancas, etcétera.
Esta figura del neocriollo –que, en
tanto ser grotesco, estaría asociado por Bajtín con
el cambio, la hibridez, la metamorfósis- se convierte
entonces en un símbolo clave para la poética martinfierrista,
remitiendo igualmente a un sistema lingüístico, como
a la misma cultura argentina, que se ve reflejada en
su falta de unicidad, su fragmentación, su discontinuidad,
su incompletud.
CUERPO
HUMANO, CUERPO SOCIAL, CUERPO DEL LENGUAJE
Cuando Julio
Cortázar realiza su prólogo para el Adán Buenosayres,
hace hincapié en los “pedazos irreconciliables” a partir
de los cuales se conforma el posible discurso de un
escritor argentino.
“Una gran angustia signa el andar de
Adán Buenosayres, y su desconsuelo amoroso es
proyección del otro desconsuelo que viene de los orígenes
y mira a los destinos. Arraigado a fondo en esta Buenos
Aires, después de su Maipú de infancia y su Europa de
hombre joven, Adán es desde siempre el desarraigado
de la perfección, de la unidad, de eso que llaman cielo.
Está en una realidad dada, pero no se ajusta a ella
más que por el lado de fuera, y aun así se resiste a
los órdenes que inciden por la vía del cariño y las
debilidades. Su angustia, que nace del desajuste, es
en suma la que caracteriza -en todos los planos mentales,
morales y del sentimiento- al argentino, y sobre todo
al porteño azotado de vientos inconciliables. La generación
martinfierrista traduce sus varios desajustes en el
duro esfuerzo que es su obra; más que combatirlos, los
asume y los completa. ¿Por qué combatirlos si de ellos
nacen la fuerza y el impulso para un Borges, un Güiraldes,
un Mallea? El ajuste final sólo puede sobrevenir cuando
lo válido nuestro -imprevisible salvo para los eufóricos
folkloristas, que no han hecho nada importante aquí-
se imponga desde adentro, como en lo mejor de Don Segundo,
la poesía de Ricardo Molinari, el cateo de Historia
de una Pasión Argentina. Por eso el desajuste que angustia
a Adán Buenosayres da el tono del libro, y vale biográficamente
más que la galería parcial, arbitraria o genre nature
que puebla el infierno concebido por el astrólogo Schultze.”(19)
Si
retomamos aquí la noción de Bajtín del cuerpo abierto
como cuerpo colectivo, rápidamente podemos concluir
que estos cuerpos incompletos, híbridos y grotescos
que aparecen tanto en la novela de Marechal como en
Xul Solar, no solamente se presentan como cuerpos materiales
sino que la trasgresión
de sus límites trae sin duda connotaciones de otro tipo
de transgresiones, particularmente aquellas referidas
a la ruptura del orden social y cultural, y en especial
cuando, como sucede en nuestro país, se trata de órdenes
y normas trasplantadas.
La
subversión de los cuerpos remite a la subversión de
las jerarquías establecidas y de las normas y tabúes
sociales. La subversión de los cuerpos pone en
evidencia igualmente la relatividad de las verdades
y de las autoridades dominantes.
En este sentido,
la palabra paródica de Marechal –palabra híbrida y múltiple-
se presenta como manifestación paralela al tratamiento
de estos cuerpos grotescos, híbridos y múltiples evidenciando
la manera en que tratar sobre el sujeto es siempre,
inevitablemente, tratar sobre el lenguaje. (20)
NOTAS:
(1) “Tempranas lecturas de Rabelais
dejaron en mí el gusto de un humor sin agresiones, una
inclinación a la gigantomaquia y una falta de temor
hacia los vocablos gruesos. Añadiré que la influencia
decisiva de maese François en mi novela sólo fue señalada
por Ernesto Sábato, por Tomás Eloy Martínez y por Alfonso
Solá Gonzáles que calificó de “humorismo trascendente”
la comicidad exterior de mi libro”, dirá Marechal en
sus Claves de Adán Buenosayres.
(2) La katabasis puede ser pensada
como una muerte simbólica y una posterior resurrección,
es decir, como un rito de pasaje en el que el héroe
retorna a su lugar de partida luego de haber alcanzado
cierta clase de conocimiento del que antes carecía.
El motivo supone igualmente una topología de las profundidades
que aparecen generalmente como una suerte de laberinto
en el cual uno puede perderse fácilmente, de allí que
aparezca recurrentemente la figura de un “guía”.
Pocas son las epopeyas occidentales
en las que no se incluya el motivo de la katabasis.
La República de Platón comienza con
el descenso de Sócrates por el Pireo en busca de la
verdad y el conocimiento; en el libro XI de la Odisea,
Ulises desciende al Hades en busca del adivino Tiresias;
en el libro VI de La Enéida, Eneas, acompañado por la
sibila, desciende hasta los infiernos en donde se encuentra
con su padre Anquises. De hecho, cuando Dante plantea
en La Divina Comedia la figura de Virgilio como guía
por los círculos infernales, lo hace como una suerte
de homenaje a la obra del poeta latino. En su descenso
a los infiernos, Dante se encontrará con diferentes
personajes mitológicos, históricos y contemporáneos
suyos que simbolizan, en cada caso, diferentes vicios
o defectos (allí estarán los paganos, los lujuriosos,
los glotones, los avaros, los coléricos, los herejes,
los violentos, los sodomitas, etcétera.)
François Rabelais, por su parte, presenta
a sus personajes Gargantúa, Pantagruel y Panurgo, personaje
que semeja en gran medida al propio autor. En su viaje
a través de los infiernos, Pantagruel se topará con
una serie de fantoches carnavalescos, en la figura de
los cuales encontraremos una serie de alusiones a la
actualidad política de la época.
Sus textos atacan así la decadencia
y empobrecimiento espiritual en los que ha caído Europa
a comienzos del siglo XVI.
En el Sueño del Infierno, de Quevedo,
nos encontraremos también con diferentes personajes
-jueces, eclesiásticos, soldados, boticarios, hipócritas,
carniceros, hidalgos, tintoreros, poetas, astrólogos,
etcétera-, en una suerte de “mundo del revés” en donde
los papeles sociales están por completo trastocados.
Loe ejemplos de katabasis se repiten
en el Fausto de Goethe, donde el personaje de Fausto
es guiado por el infierno por el propio Mefistófeles;
en El cuento de Navidad de Dickens, en donde Scrooge
es también conducido hacia el infierno por el espíritu
de la Navidad; en el Ulises de Joyce, etcétera.
(3) Bajtín, M, La cultura popular
en la Edad Media y el Renacimiento, Madrid, Alianza,
1987, p23
(4) op. cit. , p284
(5) op. cit. p24
(6) op. cit., p.334
(7) A partir de una analogía entre
mundo y cuerpo, el lenguaje familiar daba a estos agujeros
terrestres un sentido obsceno y eran generalmente referidos
como bocas o anos.
(8) Rabelais, François, Gargantúa
y Pantagruel, Barcelona, Editorial Juventud, 1975,
libro quinto.
(10) Rabelais de hecho da como antecedente
para el motivo del cuerpo grotesco a una serie de maravillas
indias, diabladas y relatos de viajes imaginarios hacia
los infiernos que proliferaban en la Edad Media y en
los cuales aparecían seres híbridos y monstruosos, mitad
hombres-mitad bestias, gigantes o enanos y plagados
de anomalías físicas donde la exageración y las deformidades
se presentaban principalmente como castigo de los pecados.
(11) Bajtín, op. cit., p334
(12) Bajtín, M, Problemas de la
poética de Dostoievski, México, Fondo de Cultura
Económica, 1993, p 270
(13) Se ha señalado también la analogía
entre el Adán Buenosayres y el Ulises
de Joyce. En ambos casos, el personaje deambula por
la ciudad. Bloom deambula por las calles de Dublín en
donde entra en contacto con diferentes personajes. Adán
realiza, a su vez, su propio itinerario por el barrio
de Villa Crespo, vagabundea por la calle Gurruchaga,
erra por los baldíos del barrio de Saavedra y finalmente
desciende y recorre Cacodelphia.
Al tradicional héroe trágico lo suceden,
en un caso y en otro, la vanalidad de la vida cotidiana
en Bloom o la parodia desacralizada de la figura de
un poeta cuya función es, principalmente, dar vueltas
sin rumbo.
(14) Marechal, L, Adán Buenosayres,
Buenos Aires, Sudamericana, 1975, p 116.
(15) Entre los años 1943 y 1946
-es decir en los años inmediatamente anteriores a la
publicación de Adán Buenosayres-, Xul Solar
produce obras relativamente extrañas a su iconografía
habitual. A diferencia de los otros períodos de su obra
plagados de arquitecturas en las que primaba el color
la direccionalidad ascensional, aquí Xul inventa ciudades
llenas de pasadizos y torres, sin cielo y sin color.
Se han comparado estas obras con las imágenes de las
Cárceles de Piranesi.
En los
álbumes de las Prisiones Imaginarias (el primero
es de 1745 y el segundo, de 1761) Giovanni Battista
Piranesi nos presenta conjuntos de edificios ficticios,
plasmados a partir de complicadas perspectivas e inmersos
en una atmósfera por completo onírica: se trata de vistas
de arquitecturas correspondientes a prisiones sombrías
y lúgubres, llenas de poleas, grúas, rejas, tornos e
instrumentos de tortura ubicados en estrechas plataformas.
En su
Poética del Espacio, Gastón Bachelard hablará
también de la simbología de los “ultrasótanos” o palacios
subterráneos repletos de tortuosos desfiladeros. Los
laberintos aparecen tradicionalmente asociados al inconsciente
y al error, y también al temor de quedar presos eternamente
en su interior, y en especial, si sus pasadizos son
estrechos, en una pesadilla de opresión similar a la
de quedar atrapados en una tumba. Los laberintos también
serán el símbolo de un mundo intrincado y confuso, y
también se asociarán al propio infierno.
(16)
A cada piso de Cacodelphia, se irá accediendo mediante
toboganes (el “santobogán”), tirabuzones descendentes,
rampas, escaleras, atravesando puertas y portales de
todo tipo, algunos disimulados contra los muros, otros
de impenetrable hierro, algunos cubiertos por jeroglíficos
a descifrar, otros de diferentes apariencias, en ocasiones
circulares e, incluso, similares a esfínteres.
Es interesante ver la manera en que
este descenso con el que culmina el libro es anticipado
reiteradas veces a lo largo de la novela. En el prólogo,
por ejemplo, se describe el entierro de Adán Buenosayres.
Su ataúd es bajado hasta el fondo de la fosa recién
abierta. El motivo se repite en las referencias a la
muerte de la madre y del abuelo de Adán (Libro Primero),
en la visita a los restos mortales de Juan Robles (Libro
Tercero), etcétera.
Señalaremos aquí ciertos paralelismos
en el tratamiento de este “movimiento descendente” para
remarcar la manera en que los mismos modelos circulan
por los diferentes textos literarios.
En Adán Buenosayres se suceden
las referencias a caídas, trastabilladas y faltas de
equilibrio:
“Schultze y yo, entrando por aquella
hendidura del ombú, nos metimos en un túnel descendente
cuyo declive nos impulsó a la más vertiginosa de las
carreras. De pronto, faltó la tierra bajo nuestros pies:
algo así como una tromba de aire fortísimo nos aspiró
literalmente hacia las honduras y entonces perdí el
sentido, no como el que se desmaya sino como el que
se duerme”, dice Adán al ingresar a Cacodelphia.(Adán
Buenosayres, op.cit, p. 412)
Veremos que lo mismo sucede en Dante:
“La campiña oscura
tan fuerte retembló,que del espanto
la mente de sudor aun se me baña.
La tierra lacrimosa soltó un viento
Que deslumbró con una luz bermeja,
la cual me arrebató todo sentido;
caí cual hombre a quien el sueño atrapa.”
(Infierno, op.cit, canto tercero, v 130-136)
o en Lewis Carroll, donde la caída
de Alicia en el País de las Maravillas la hace
ingresar en una zona determinada por el sueño, la ficción
o la muerte-infierno.
“El agujero del conejo era como un
túnel descendente por el cual el conejo blanco y Alicia
descendían en una carrera tan rápida que ella no tuvo
ni siquiera un momento para pensar en parar. De pronto,
Alicia se encontró cayendo por un pozo muy profundo.(…)
Abajo, abajo, abajo. ¿Acaso la caída nunca llegaría
a su fin? “Me pregunto cuántos kilómetros abré caído
ya” dijo Alicia en voz alta. “debo estar llegando a
algún lugar cerca del centro de la Tierra”. De pronto,
se encontró tirada sobre una pila de ramas y hojas secas.
La caída había llegado a su fin”. (Carroll, Lewis, Alice
in wonderland, op.cit, traducción mía)
(17) Marechal, Adán Buenosayres,
p 413
(18) “-Me gustaría saber si el hombre
criollo que usted ha inventado sólo tiene cinco sentidos.
-¿Cómo? ¿También ha inventado un superhombre?
-Un esperpento abominable, un monstruo de laboratorio.
Schultze, encarándose con Valdez, le
dijo:
-En primer lugar, yo no he inventado
al Neocriollo; el Neocriollo será el producto natural
de las fuerzas astrológicas que rigen a este país.”
(diálogo entre el ingeniero Valdez y el astrólogo, Adán
Buenosayres, p 117)
(19) Cortázar (1970), “Prólogo”, en
Adán Buenosayres, Buenos Aires, Sudamericana.
Se
ha señalado la manera en que el Adán Buenosayres,
ha inspirado, entre otros textos, a Rayuela. La
concepción de Cortázar del escritor en tanto “enemigo
potencial del lenguaje” nos ubica igualmente frente
a una Ley del texto transgredida.
(20) Cabría
recordar aquí otro texto en donde se insiste en la relación
orden del cuerpo, orden del mundo. En Mil Mesetas,
Deleuze y Guattari remarcan el hecho de que la desorganización
y apertura del cuerpo trae no sólo consecuencias a nivel
físico sino también provoca consecuencias a nivel de
la subjetividad: desorganizar un cuerpo es desorganizar un sujeto. La corporeidad
es la clave para subvertir la organización, significación
y subjetivación a que estamos sometidos. Deleuze
y Guattari se basan en la noción de cuerpo sin órganos
tomada de Artaud. Artaud decía que había que destruir
al cuerpo para después rehacerlo al igual que había
que destruir al lenguaje para después rehacerlo. Pero
Artaud proponía para ello rehacer un cuerpo “sin boca,
sin lengua, sin dientes, sin laringe, sin esófago, sin
estómago, sin vientre, sin ano.” Los órganos, al igual
que el lenguaje, se constituían, a su modo de ver, como
instrumentos de apropiación de los que la sociedad capitalista
se valía para la explotación de las personas.
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